La salud mental digital. Una aproximación crítica desde la ética

 El empleo de aparatos electrónicos en salud mental no es algo nuevo. Desde que se iniciaron los procesos de industrialización y maquinización del trabajo a mediados del pasado siglo, su desarrollo no ha cesado y su extensión se ha multiplicado a todos los ámbitos. El uso de aparatos electrónicos en el campo de la salud mental se ha producido de diversas formas. Sus aplicaciones abarcan la evaluación, el tratamiento, el autocui- dado y la automonitorización de las personas diagnosticadas de algún trastorno mental. El uso de dispositivos tecnológicos de última generación ha producido algunos cambios sensibles tanto en los procesos de atención como en los efectos sobre los sujetos que participan del entramado sanitario. El artículo se propone revisar de forma crítica estos aspectos: por un lado, los efectos habitualmente reportados en los múltiples estudios realizados hasta el momento; y, por otro, y mucho menos estudiados, los efectos producidos por las nuevas prácticas sobre las subjetividades en juego.

La entrada de las nuevas tecnologías de información y comunicación (TICs) en el campo de la salud mental es una realidad que viene tomando cuerpo desde hace unos años. En medicina siempre ha habido tecnologías, entendidas como conjunto de teorías y procedimientos técnicos organizados en un tesauro o como conjunto de saberes técnicos orientados a un fin. La medicina es una técnica, y la organización de saberes y prácticas derivados, una tecnología. Pero aquí nos referimos a las nue- vas tecnologías mediadas por sistemas digitales. Estas vienen desarrollándose desde los años 50, inicialmente en el terreno militar, pero no ha sido hasta la expansión de Internet a mediados de los años 90 cuando se ha dado el gran salto a todos los ámbitos de la vida.

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Puesto que el desarrollo de la industria tecnológica va muy parejo al creci- miento económico en los países occidentales, no es extraño que su extensión en el sector servicios se produzca de forma tan incisiva. Esta fuerza ha implicado en muchos casos una extensión acrítica sustentada en una ideología solucionista y tec- noutópica. Un buen ejemplo es el del profeta digital Kevin Kelly, cofundador del movimiento del Yo Cuantificado. Este nos ofrece un panorama futuro en el que la tecnología es poco menos que la fuente de la felicidad (8). Desde una posición neoliberal de base, nos señala una serie de “fuerzas tecnológicas” que, como si fue- ran creadas por la propia naturaleza, nos transportan a un futuro idílico de mayor creatividad, bienestar, cooperación y, por supuesto, consumo. No obstante, muchos son los cuestionamientos a tenor de los cambios rápidos y bruscos en el modo y las formas de vida que han propiciado. Desde distintas aproximaciones filosóficas y sociológicas, se han señalado sus efectos nocivos, los nuevos retos que nos plantean y las limitaciones de los discursos que las sustentan (9-12). El narcisismo subyacente en muchos de los usos que se dan a los dispositivos tecnológicos, las implicaciones para terceros (no usuarios) del uso generalizado de los dispositivos, las pérdidas so- ciales y de conocimiento que se pueden dar por exceso de cálculo o el aumento de la desigualdad material en el mundo son algunos ejemplos tematizados. Sin embargo, en la literatura médica, el espíritu de la innovación, empujado por la aceleración que exige la tecnología, se impone al de una necesaria reflexión pausada como ha sucedi- do con supuestos avances en nuestro campo en otras ocasiones.

Algunos datos de su extensión mostrarán el alcance del tema en cuestión. A mediados de 2014, tanto Google Play como Apple App Store ofrecían más de 1

362 José Manuel López-Santín, Patricia Álvaro Serón

millón de aplicaciones (apps) (1,3 y 1,2 millones, respectivamente). Una gran parte de ese mercado son aplicaciones médicas o de salud. El número de horas promedio al mes de usuarios de smartphone usando apps era de más de 30 horas y el promedio de apps que utilizaban esos consumidores de 26 (13). Hay cerca de 260.000 apli- caciones médicas disponibles en el mercado virtual (14). Se calcula un crecimiento durante el año 2016 del 57% respecto al año anterior. Asimismo, se calcula que hay 58.000 editores de apps médicas, un 28% más que el año anterior (15). Se estima que en EE. UU. el 72% de hospitales y el 52% de grupos médicos tienen programas de telemedicina (16). En el campo de la salud mental, Torous y Roberts hablan de más de 10.000 apps disponibles para descargar (17). Y en un reciente artículo perio- dístico se estiman ya más de 16.000 (18). En España, existen agencias de evaluación de tecnologías sanitarias que han publicado varios documentos en distintas CC. AA. (Osteba en el País Vasco, Avalia-T en Galicia, AETSA en Andalucía, Fundació Tic Salut en Catalunya, SESCS en Canarias). Asimismo, en los últimos años se han creado numerosos clusters o agrupaciones empresariales innovadoras dedicadas al desarrollo del sector de las tecnologías médicas en salud. Ya sea a través de inver- siones o formación con másteres, jornadas y conferencias, promueven la entrada de tecnologías aplicadas a la evaluación y el tratamiento de los trastornos mentales en el sector sanitario público.

Estos datos muestran la rápida expansión de las TICs en los países desarrolla- dos. Su entrada en el campo de la psiquiatría se ha gestado por la vía liberal del mer- cado y del consumo. Las políticas sanitarias que han operado lo han hecho en buena medida desde un interés económico (reducción de costes, mejoría de la sostenibi- lidad, potenciación del valor añadido) y no tanto desde la búsqueda directa de una mejoría de la salud o de la calidad de vida. El Mental Health Action Plan 2013-2020 de la OMS recomienda la “promoción del autocuidado, por ejemplo, mediante el uso de tecnologías de salud móviles y electrónicas”. En EE. UU., una parte de las iniciativas del “Obamacare” iban dirigidas a recompensar a los proveedores de salud que redujesen los ingresos hospitalarios y las consultas presenciales. En el Reino Unido, el NHS trabaja en extender las iniciativas de telemedicina e incluso puso una “librería” online en 2013 con una colección reducida de apps médicas recomendadas y seguras, 14 de ellas para lidiar con la ansiedad y la depresión (aunque tuviera que retirarla en 2015 por déficits de seguridad para los usuarios, como señalan algunos comentaristas) (19). En Europa, existe un libro verde sobre sanidad móvil que anali- za diversos aspectos de su potencial papel en el sistema sanitario y diversos elementos de su regulación, además del Plan de Acción 2012-2020 sobre salud electrónica que marca las estrategias potenciadoras futuras.

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